Los seres humanos tratamos de asegurar todo lo de fuera para no sentir nuestra inseguridad interior. Buscamos trabajos indefinidos, viviendas en propiedad, parejas monótonas y amistades predecibles. Y cuanto más nos esforzamos por tenerlo todo controlado, más dependemos de que las cosas sean como nosotros creemos que “deberían ser”, sintiéndonos profundamente amenazados ante la incertidumbre.
En cierta medida, todos pertenecemos al curioso club de las personas inseguras. Sin embargo, la principal característica de este club es que muchos seres humanos no saben que son miembros, pues la inseguridad se manifiesta a menudo de forma muy sutil. En primer lugar, la inseguridad se alimenta de nuestra incansable búsqueda de control. Muchas veces tratamos de controlar a nuestros amigos, a nuestra pareja, nuestro entorno laboral… Tenemos una concepción rígida de cómo “deberían ser”, y nos perturbamos cuando no se amoldan a nuestras expectativas.
Este hecho pone de manifiesto nuestra incapacidad para sentir paz interior por nosotros mismos. Es por eso que nuestro intento de tenerlo todo “ordenado” por fuera no es más que un reflejo de nuestro desorden interior. Y en realidad, nunca tendremos la certeza de que todo vaya a ser como a nosotros nos gustaría y, por ello, todo lo que buscamos fuera (seguridad, satisfacción, serenidad, bienestar, etc.), en realidad hemos de encontrarlo dentro de nosotros mismos.
Lo cierto es que el germen de la inseguridad hunde sus raíces en nuestra falta de autoestima, llevándonos a no confiar en nuestras capacidades. Y como damos más prioridad al criterio de los demás que al nuestro propio, nos pasamos la vida dudando. No terminamos de comprender que no nos podemos poner un traje al gusto de todos, y por ello no terminamos de comprometernos con nuestra propia voz interior. Y como no sabemos ser asertivos y dar nuestra opinión de manera libre y respetuosa, no terminamos de vivir la vida que queremos vivir.
“Preocúpate de lo que otros piensan de ti y serás siempre prisionero.”
LAO TSÉ.
Otro de los requisitos que podemos cumplir para entrar al club de las personas inseguras es el de no atrevernos a salir de nuestra zona de confort, la cual no tiene por qué ser siempre plácida y agradable. No salir de nuestra zona de confort puede significar no mejorar nuestra situación laboral por no creer en nosotros mismos o permanecer en una relación destructiva por considerar que no merecemos más. Así, como personas inseguras, solemos pasarnos la vida justificando nuestro malestar. “A mi edad no puedo hacer eso…”, “Nadie me da una oportunidad…”, “Los demás se reirían de mí…”, etc. Lo cierto es que manteniendo este sistema de excusas, evitamos tomar las riendas de nuestra vida, aferrándonos al pensamiento de que la culpa siempre la tiene algo que no depende de nosotros (como la edad, el mercado laboral o la opinión de los demás).
“La única persona que no puede ser ayudada es la culpa a los demás.”
CARL ROGERS
Aunque a veces inseguridad que anida en nuestro interior toma la forma de timidez y retraimiento, esto no siempre es así. Muchas veces, movidos por nuestro sentimiento de falta de valía, necesitamos que los demás nos recuerden lo mucho que valemos, y por ello nos convertimos en personas complacientes y camaleónicas, adaptándonos a los deseos de quienes tenemos a nuestro lado para causar una buena impresión. Es por ello que muchas personas inseguras gozan de gran popularidad, disfrazándose de personas exitosas, estilosas, atractivas y con grandes habilidades sociales.
En este sentido, la inseguridad nos lleva a veces a querer recibir elogios y atención constantes. Cuando esto ocurre, hacemos las cosas pensando en la impresión que podemos causar en los demás. Nuestra falta de autoestima nos lleva entonces a no mostrarnos de manera auténtica, escondiéndonos tras una máscara de agradabilidad, tomando como prioridad no ofender y causar una buena impresión en los demás, olvidándonos por completo de las cosas que realmente queremos decir o hacer. Como queremos satisfacer a todo el mundo, buscamos que todo el mundo “nos aplauda”. Y cuanto más nos apegamos a la opinión de los demás, peor llevamos recibir una mala crítica o una mala contestación.
En el extremo opuesto, hay personas que para tapar su inseguridad y falta de autoestima buscan controlar a los demás mediante la autoridad. El principal objetivo de estas personas es conseguir que las cosas se hagan como ellos desean, precisamente porque son incapaces de sentirse en paz a menos que sus limitaciones y carencias se vean compensadas. Por tanto, lo que hay debajo de estas personalidades directivas y autoritarias no es un exceso de confianza en sí mismas, sino un déficit de paz interior. En definitiva, al igual que el resto de personas inseguras, no pueden convivir con la incertidumbre, y por ello tratan de controlarlo todo.
“Abraza la exigencia que hay en ti, porque detrás de ella hay un niño que no ha sentido el amor.”
CLARISSA PINKOLA
A veces incluso camuflamos nuestra inseguridad con perfeccionismo. Si todo es perfecto por fuera, nadie puede ver nuestras imperfecciones interiores. Es una manera más de camuflar nuestra inseguridad, al igual que cuando criticamos a otros seres humanos para sentirnos superiores.
Otra gran característica de los miembros de este club es que suelen ser personas celosas. Como no se ven capaces de tener una vida plena y feliz por sí mismas, buscan manipular a quien tienen al lado para que calme sus temores y apacigüe sus dependencias. Realmente, no sentimos miedo cuando algo es amenazante, sino cuando creemos que algo es amenazante. Y las personas inseguras suelen verse constantemente amenazadas. Es por eso que el antídoto definitivo para la inseguridad es la confianza en nosotros mismos.
Para ello hemos de aceptar que las situaciones externas son un espejo en el que vemos reflejados nuestros miedos, inseguridades y carencias internas. Asumiendo la responsabilidad de nuestro propio desarrollo personal podremos liberarnos de culpar a los demás y a la vida de nuestro malestar, dejando de obsesionarnos con lo de fuera y reconociendo el potencial que llevamos dentro. Así, las situaciones que percibimos como amenazantes trazan un posible camino de crecimiento y prosperidad, pues son en realidad maestros que nos muestran qué partes de nosotros mismos se sienten heridas o amenazadas. Solo entonces tenemos la oportunidad de sanarlas.
“El cielo es azul, el mar es salado y la vida es incierta.”
AMADO NERVO
Es tajantemente imposible controlarlo todo. No podemos gustar a todos. No podemos asegurar que nuestra existencia sea tal y como la hemos planeado. Y precisamente por ello, el mejor regalo que podemos darnos es el de confiar en nosotros mismos y dejar de exigir que las cosas sean como a nosotros nos gustaría que fueran, para así aprender a sentirnos en paz con lo que verdaderamente somos y con la vida en general.
“Seguridad” viene del latín securitas, que singinifica “estar sin cuidado”. Esto quiere decir que la verdadera seguridad no está en tenerlo todo controlado por fuera para que no exista la posibilidad de hacernos daño, sino en tener ordenado nuestro propio interior para confiar en nosotros mismos a la hora de hacer frente a las inevitables incertidumbres de la existencia humana.