Cómo gestionar tu lado oscuro.

Todos los seres humanos tenemos luz -bondad, tolerancia, amabilidad, amor, serenidad, etc.-, pero también tenemos sombras -envidia, soberbia, complejos, dependencia, exigencia, inseguridad, avaricia, etc-. Esas sombras conforman lo que muchos psicólogos denominan el “lado oscuro”. Y ese lado oscuro es el responsable de que reaccionemos con perturbación frente a lo que nos sucede, llevándonos a cosechar sufrimiento e insatisfacción en nuestro interior.


Por más que lo obviemos, nuestro lado oscuro distorsiona nuestra manera de interpretar la realidad y de responder frente a nuestras circunstancias. Por eso conviene conocerlo y comprenderlo, para salir de su engaño. Es así como va perdiendo poder, dominándonos y haciéndonos sufrir cada vez en menor medida.

Siempre que reaccionemos con perturbación frente a nuestras circunstancias, es que nos estamos relacionando con la realidad desde nuestras sombras -exigencia, dependencia, odio, afán de control, inseguridad, etc-. Siempre que cosechamos un resultado emocional relacionado con la paz y la serenidad es que estamos haciendo uso de nuestro lado luminoso -amor, tolerancia, comprensión, vitalidad, creatividad, etc-.

Sin embargo, los seres humanos vivimos tiranizados por el ego, por lo que negamos, reprimimos y rechazamos nuestras sombras. Y paradójicamente, es precisamente esta actitud de rechazar nuestro lado oscuro la que lo fortalece y perpetúa, pues negándolo solo conseguimos que siga controlándonos de manera inconsciente. Todo lo que reprimimos se hace más fuerte. Cuanto más intentamos disimular esas partes oscuras de nosotros mismos, más intactas permanecen, condicionando nuestra manera de estar en el mundo. Y al contrario, cuanta más consciencia tomamos de nuestro lado oscuro, menos nos domina, pues somos capaces de observarlo con perspectiva y no dejarnos llevar por él.

Así, una de las claves del autoconocimiento es “iluminar” y abrazar nuestro lado oscuro, es decir, hacer conscientes aquellas partes de nosotros mismos que tanto tiempo llevamos escondiendo y maquillando, mirándolas con una actitud amorosa y compasiva.

 

“Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, tu subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino”

CARL GUSTAV JUNG

 

Para comprender mejor todo esto, te propongo un experimento. Presta atención a tu respiración. Observa cómo el aire entra y sale de tu nariz, pasando por tu garganta y tu pecho, hinchando tus pulmones y tu tripa. Lo más probable es que antes estuvieras respirando de manera automática y, por lo tanto, más acelerada y superficial. Sin embargo, al hacerte consciente de tu respiración, es muy probable que estés respirando más lento y más profundo, experimentando con ello cierta calma.

Pues bien, así funciona nuestro mundo interno. Para tener control sobre él tenemos que hacer conscientes los procesos que antes sucedían de manera automática -comparaciones, autoexigencia, competitividad, dependencia, juicios, etc-. Cuando estos procesos suceden de manera automática –es decir, sin que nosotros nos demos cuenta- nos dominan, por lo que cosechamos peores resultados a nivel emocional -como antes sucedía con tu respiración-. Sin embargo, al hacerlos conscientes, tenemos la oportunidad de observarlos con distancia, impidiendo con ello que nos dominen. Así nos darnos la oportunidad de escoger otra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Al fin y al cabo, ese es el único cambio que verdaderamente necesitamos.

Por ejemplo, puedo darme cuenta de que mi autoexigencia está jugándome una mala pasada, llevándome a sufrir y perturbarme. Sólo cuando la reconozco y la observo, puedo mirarla con perspectiva, siendo plenamente consciente de que ser tan autoexigente no me beneficia en absoluto. Entonces puedo respirar y decidir no actuar como mi autoexigencia me dice que actúe. Al aceptarla y contemplarla con perspectiva, deja de dominarme. Y al mirarla con amor y compasión, dejo de perturbarme por ella. Lo mismo podría hacer con mi soberbia, con mi dependencia, con mi odio, con mi inseguridad, etc.

 

 “El ser humano se para en su propia sombra y se pregunta por qué está oscuro”.

PROVERBIO ZEN 

 

Nuestro lado oscuro se nutre nuestro sufrimiento. Es decir, cuanto peor nos sentimos, cuanto más descentrados estamos, más fácil es que se manifieste. Y lo que hacemos al aceptar y abrazar nuestro lado oscuro es cosechar un amor incondicional hacia nosotros mismos, aumentando con ello nuestro nivel de bienestar y serenidad. Como consecuencia, nuestro oscuro surge con menor frecuencia e intensidad. Estamos menos descentrados, lo cual nos permite actuar desde la consciencia, y no desde la reactividad y la inconsciencia. Así, aceptar nuestras sombras es lo único que nos permite hacernos cargo de ellas poco a poco, impidiendo así que nos dominen. De ahí que las personas con más luz sean las que más han abrazado sus sombras.

Otra consecuencia de negar nuestro lado oscuro es que tendemos a proyectarlo en los demás. Es decir, vemos en ellos con mucha facilidad todos aquellos rasgos que nos negamos a admitir en nosotros mismos. Por ejemplo, juzgamos y condenamos a quienes mienten. Pero no admitimos que nosotros también hemos mentido alguna vez. Y que dadas determinadas circunstancias, volveríamos a hacerlo. De este modo, abrazando nuestras sombras también logramos dejar de juzgar a los demás por las suyas. A eso se refería Carl Jung cuando dijo que “el conocimiento de tu propia oscuridad es el mejor método para hacer frente a las tinieblas de los demás”.

Dicho esto, también es muy liberador tomar consciencia de que un ser humano no es su lado oscuro. No somos esa soberbia, esa dependencia o ese odio. Estos son solo mecanismos que se manifiestan cuando estamos descentrados, viviendo desde el ego y la inconsciencia. Darnos cuenta de ello nos ayuda a tomar distancia de nuestras sombras. Abraza tu lado oscuro, pero no te definas a través de él. Acepta tus sombras, pero no te instales en ellas.

Compartir esta entrada