El auto-abastecimiento emocional

Los seres humanos nos pasamos la vida buscando en nuestra relación con los demás todo aquello que no encontramos en nosotros mismos: amor, afecto, seguridad, valoración, consideración, compañía… Vivimos sedientos de aquello que nos falta, obnubilados por la ilusión de que la fuente que puede saciarnos está en los demás. Es así como terminamos siendo esclavos de nuestras carencias.


Cuando nacemos, venimos al mundo en un total estado de dependencia. Nuestra vida depende literalmente de nuestros padres o cuidadores. A su vez, conforme vamos creciendo, las cosas parecen irnos mejor o peor en función de si agradamos más o menos a las personas que nos rodean (familiares, maestros, amigos, etc). De ahí que comencemos a convivir con cierta sensación de “insuficiencia”, es decir, de necesitar algo de los demás para cosechar bienestar en nuestro interior. No es de extrañar, entonces, que creciéramos con la idea “mi felicidad depende de los demás” orbitando en nuestra mente.

Con el tiempo, esta idea ha ido anidando en nuestro interior, distorsionando nuestra manera de comprender la realidad y devorando nuestra paz interior por completo. Y así seguirá siendo hasta que la cuestionemos y la confrontemos de manera decidida y consciente. Por supuesto, no se trata de convertirnos en seres solitarios, fríos e indiferentes, sino de aprender a vivir nuestras relaciones de un modo más saludable. El verdadero viaje consiste en responsabilizarnos de nuestro propio bienestar emocional para liberar a los demás de la pesada carga de hacernos felices. Cosa que, por otro lado, jamás terminarán de conseguir.

 

“La mejor relación es aquella en la que el amor propio excede la necesidad del otro”.

DALAI LAMA

 

Como decíamos, los seres humanos buscamos en los demás aquello que no somos capaces de darnos a nosotros mismos -amor, seguridad, valoración, etc-. Cuanto más nos rechazamos a nosotros mismos -es decir, cuanto menos aprobación nos damos-, más deseamos que nos aprueben los demás -es decir, mas aprobación buscamos en los demás-. De esta manera, la cantidad de aprobación que esperamos obtener de los demás es exactamente la cantidad de aprobación que hemos de darnos a nosotros mismos. Y por el mismo principio, el amor que exigimos a los demás es justamente la cantidad de amor propio que nos falta. 

Así, lo que con más intensidad pedimos a los demás es lo que con más urgencia hemos de darnos a nosotros mismos. Dicho de otro modo, lo que verdaderamente necesitamos es autoabastecernos de todo aquello que esperábamos obtener a través de los demás. Darnos nosotros ese amor. Valorarnos en primera instancia nosotros mismos. Ser nuestra mejor compañía. La verdadera fuente somos nosotros, y no los demás. Estamos sedientos de nosotros mismos. Y nuestra libertad depende de saber servirnos.

Cuando nos auto-abastecemos de ese amor y de esa valoración, dejamos de “necesitar” que los demás nos lo proporcionen. Podemos “preferir” que nos lo den y “disfrutar” de ello, pero no lo convertimos en una necesidad. Y eso nos libera de ser esclavos emocionales, tiranizados por nuestras propias limitaciones, carencias y dependencias. De alguna manera, se trata de arrojar luz sobre nuestras partes oscuras, aquellas que con tanta frecuencia tratamos de esconder -nuestra dependencia, nuestra inseguridad, nuestros celos, nuestra necesidad de reconocimiento, etc-. Al reconocerlas y comprenderlas, nos es más sencillo tomar las riendas de nuestro bienestar emocional. ¿Qué son al fin y al cabo esas partes de nosotros mismos sino mecanismos ineficientes de nuestro organismo que buscan en los demás un bienestar que solo podemos encontrar en nosotros mismos?

 

“Hay una fuente dentro de ti, no camines con un cubo vacío”.

RUMI

 

Dado que solemos convivir con la sensación de que nos falta algo -percibiéndonos como un ser carente y necesitado-, buscamos personas que “nos completen”, que nos den “aquello que nos falta”. Pero lo cierto es que ya somos un ser completo. Al tomar verdadera conciencia de ello, dejamos de creer que necesitamos a alguien que nos confirme, y dejamos de entrar a las relaciones –ya sean de pareja o de amistad- mendigando amor. Entramos porque existe una conexión con la otra persona. No intentamos controlar ni extraer nada, solo amamos, aceptamos y crecemos como ser humano. Acompañado, pero libre.

En este sentido, gran parte de la batalla que mantenemos con quienes nos rodean se debe a que pretendemos que cubran nuestras carencias, esperando que sean ellos quienes nos proporcionen la seguridad, el amor y la felicidad que tanto anhelamos. No obstante, los demás no pueden cubrir nuestras carencias por nosotros. Más que nada porque no son ellos quienes las tienen. Somos nosotros. Quizás puedan calmarnos, consolarnos o anestesiar nuestro dolor por un rato, pero en última instancia no podemos delegar en nadie la tarea de crecer en madurez emocional y consciencia. De ahí que para cubrir nuestras carencias tengamos que dejar de poner el foco en los demás y comenzar a centrarnos en mejorar la relación que mantenemos con nosotros mismos.

De hecho, la relación que mantenemos con nosotros mismos es la que verdaderamente determina cómo nos sentimos. Si otro ser humano no me acepta y yo también me rechazo, sufriré sin lugar a dudas. Sin embargo, ¿qué ocurre si alguien no me acepta pero yo me acepto plenamente y me siento un ser valioso independientemente de la opinión ajena? Lo más probable es que no dé crédito ni poder al rechazo del otro. No sufrimos por cómo nos tratan los demás, sino por cómo nos tratamos nosotros. De esta forma, de lo que se trata es de dejar de preguntarnos “¿Cómo tienen que ser los demás par que yo pueda sentirme bien?” y comenzar a preguntarnos “¿Cómo me estoy tratando a mí mismo para sentirme así?”. Así es como vamos haciéndonos cargo de nuestro mundo interno, cultivando un bienestar emocional que podemos nutrir y mantener por nosotros mismos.

 

“Lo que está por delante de nosotros y detrás de nosotros son solo pequeñeces comparado con lo que hay dentro de nosotros”.

RALPH WALDO EMERSON

 

Dicho esto, son muchos quienes se niegan a alcanzar este grado de autosuficiencia y consciencia, argumentando que no quieren convertirse en personas insensibles o solitarias. Pero nada más lejos de la realidad. Dejar de depender de alguien para sentir amor, paz y felicidad no nos lleva a alejarnos de él o a no disfrutar de su compañía. Al contrario, nos hace vivir nuestras relaciones con mayor gozo y libertad, lo cual fortalece y enriquece nuestros vínculos sociales. En este sentido, este grado de consciencia nos lleva tanto a sentirnos agradecidos cuando alguien nos atiende, nos escucha y nos comprende como a no sentirnos devastados cuando alguien nos rechaza o nos critica. De ahí que nos sintamos más capaces de dejar atrás determinadas relaciones tóxicas y dañinas, no por orgullo, sino por puro amor propio -ese que ahora sí sabemos darnos-.

Lo cierto es que jamás vamos a encontrar nuestra paz interna en el mundo externo. En él hay muchos parches que pueden silenciar momentáneamente nuestro malestar -popularidad, éxito, poder, fama, el reconocimiento y la valoración de los demás, etc-, pero jamás van a poder sanarlo por completo. Realmente, para encontrar paz no necesitamos conseguir, lograr o acaparar nada ni a nadie. Al contrario. Lo que necesitamos es soltar mucho. En especial la egoica pretensión de amoldar el mundo externo -en el cual se incluyen las personas que nos rodean- a nuestros deseos y limitaciones. ¿Puedes imaginar la liberación que supone vivir en paz con la realidad tal y como se presenta en este mismo instante?

Compartir esta entrada