El guion de nuestras vidas

Muchas de las cosas que hacemos, pensamos y sentimos hoy en día están condicionadas por las conclusiones que sacamos en la infancia acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo en general. Esto quiere decir que muchas de las decisiones que tomamos ahora están determinadas por las conclusiones que sacamos cuando éramos niños.


Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que cada ser humano parece vivir en su propio mundo. Para unos, la vida es un conflicto continuo, una sucesión de malas experiencias y constantes dificultades. Sin embargo, para otros, la vida es sencillamente apasionante, confían en sí mismos y todo parece terminar yendo bien. Unas personas se definen a sí mismas como frágiles, incapaces o insignificantes, mientras que otras se consideran fuertes, valiosas y habilidosas. Unas personas emborronan su existencia con la oscura tinta del sufrimiento, mientras que otras dibujan su vida con los luminosos colores de la paz. Y esto no es “casualidad”, sino “causalidad”. 

Cuando profundizamos en nuestro interior, descubrimos que la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos y con la vida en general puede tener mucho que ver con la manera en la que hace mucho tiempo aprendimos a relacionarnos con nosotros mismos y con la vida.

 

“Las personas nacen príncipes y princesas hasta que el proceso de civilización los convierte en sapos. Es nuestra responsabilidad quitarnos esa piel de sapo y volver a ser príncipes y princesas.”

ERIC BERNE

 

Al igual que los actores interpretan su papel en función del guión que se aprendieron, todos los seres humanos hemos desarrollado un personaje en torno al guión de vida que comenzamos a elaborar en nuestra infancia. Nuestro guión de vida es la manera en la que aprendimos a relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo en general. Es la forma en la que fuimos respondiendo a preguntas como ¿quién soy yo?, ¿qué soy capaz y qué no soy capaz de hacer?, ¿qué se me permite y qué no se me permite hacer?, ¿qué tengo que hacer?, ¿cómo me debo sentir?, ¿cómo merezco ser tratado?, ¿cómo son los demás?, ¿cómo he de relacionarme con ellos?, ¿cómo es la vida?, ¿cómo es el mundo?

Para responder a estas preguntas, nos servimos de la información de la que disponíamos en ese momento. Aún no teníamos la capacidad de pensar por nosotros mismos, de modo que confiábamos plenamente en los mensajes que recibíamos de nuestro entorno. De esta manera, con sus mejores intenciones, los adultos que nos cuidaban y educaban (padres, tíos, profesores, etc.), así como nuestros amigos y el resto de nuestros familiares, nos enviaban ciertos mensajes acerca de nosotros mismos y del mundo en general. Para ello no hicieron falta palabras, bastaba con un gesto, una mirada, un abrazo, la ausencia de un abrazo, una broma… 

En este sentido, existen los denominados “mandatos”, que son mensajes del tipo “no llores”, “no sobresalgas por encima de los demás”, “tienes que ser el mejor”, “no seas espontáneo” o “no confíes en los demás”. Y también existen las denominadas “atribuciones”, que son mensajes acerca de nuestra persona, como “no eres valioso”, “eres muy obediente”, “no eres atractivo”, “eres malo”, “eres como tu padre”, “estás por encima del resto”… Así, son muchos los mensajes que recibimos, hayan sido pronunciados con palabras o no. Muchos de estos mensajes calaron en las profundidades de nuestro ser, y a día de hoy dirigen nuestro comportamiento sin nosotros ser conscientes de ello.

 

“Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, tu subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino.”

CARL JUNG

 

De esta manera, nuestro guión determina qué pensamientos, emociones y comportamientos incluimos en nuestra vida y cuáles excluimos de ella. Es por ello que unas personas se dicen a sí mismas que son mejores que el resto, mientras que otras aseguran valer mucho menos que los demás. Unos creen que el mundo está en su contra, mientras que otros confían plenamente en la vida. Unos viven para trabajar y otros huyen del mundo laboral. Todo ello depende, en gran medida, de cómo hemos ido aprendiendo a relacionarnos con la realidad.

El caso es que, sin ser conscientes de ello, seguimos tomando como verdaderas muchas de las deducciones que hicimos hace mucho tiempo acerca de nosotros mismos, de los demás y de la vida en general. Por tanto, estas deducciones acerca de nosotros mismos y de todo cuanto nos rodea, tomadas bajo las limitaciones cognitivas de un niño, permanecen a día de hoy en nuestra manera de entender y afrontar la vida.

Así, dichas deducciones, seguramente erróneas y limitantes, interfieren en lo que creemos que podemos o no podemos hacer, en lo que creemos que merecemos o no merecemos, en lo que nos decimos a nosotros mismos que somos, en lo que nos permitimos o no nos permitimos sentir, etc. Quedaron instaladas como un programa que se mantiene a lo largo del tiempo de manera inconsciente, proyectándonos hacia un futuro congruente con el guión. Y la única manera de salir de dicho guion es hacerlo consciente e ir reescribiéndolo poco a poco, cuestionando todas esos mandatos y atribuciones que hemos ido interiorizando. Al fin y al cabo, son solo palabras flotando en el cielo de nuestra mente a las cuales hemos dado poder sin saberlo.

 

“Somos lo que hacemos con lo que hicieron con nosotros.”

JEAN PAUL SARTRE.

 

No nos engañemos: nadie, más que nosotros mismos, es responsable de lo que hacemos con nuestra vida. De nada sirve culpar a nuestros padres, educadores o amigos. Ellos solo actuaron en base al nivel de consciencia que tenían en ese momento. Lo hicieron mejor que supieron o pudieron. Además, ahora somos nosotros quienes mantenemos ese guión. Si no fuera sí, no tendríamos posibilidad de confrontarlo y liberarnos de él. Es nuestra responsabilidad. Y lo que necesitamos para cambiar el guión de nuestras vidas es cuestionar -con amor y paciencia- la manera inconsciente y automática en la que hemos estado viviendo hasta ahora.

¿Qué personaje estamos representando? ¿Qué mensajes podemos haber ido interiorizando? ¿Cómo nos trataron? ¿Qué conclusiones pudimos ir sacando acerca de nosotros mismos y de la vida en general? ¿Cuál es la historia que hemos aprendido a contarnos acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo? ¿Qué nos permitimos y qué no nos permitimos vivir? ¿Qué evitamos experimentar? ¿Hacia dónde nos conduce el guión que, hasta este momento, dirigía nuestra existencia? Y lo más importante: ¿es allí hacia donde verdaderamente deseamos dirigirnos?

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