Hay una gran diferencia entre “yo soy inculto” y “yo puedo no saber demasiado acerca de algunos temas, pero podría informarme”. Las etiquetas, los “yo soy así”, nos encasillan. Nos limitan. Nos bloquean. Nos definen como algo acabado. Como algo que “es así” y no puede cambiar, por lo que “siempre será así”. Son muy peligrosas… especialmente cuando somos nosotros quienes nos las ponemos.
“Yo siempre he sido así”, “no puedo evitarlo”, “es mi carácter”… Nuestro autoconcepto, o lo que es lo mismo, el modo en el que nos percibimos a nosotros mismos, se encuentra por lo general muy distorsionado por las etiquetas limitantes con las que nos hemos ido catalogando. Estas etiquetas van desde “soy soberbio y no puedo evitarlo” a “siempre he sido tímido y siempre lo seré”.
Así, cuando nos auto-etiquetamos, nos limitamos. Cuando nos decimos “yo soy así”, nos impedimos a nosotros mismos ser de otra manera. Por ejemplo, cuando nos aferramos a afirmaciones como “yo soy tímido”, nos cerramos a la posibilidad de atrevernos a conocer gente nueva.
En realidad, cuando decimos “yo soy así y no puedo evitarlo”, lo que estamos diciendo es “pienso seguir siendo lo que siempre he creído ser”. De esta manera, “soy apático” a menudo significa “no me he comprometido con ser más simpático”, y “soy despistado” a menudo quiere decir “no me he comprometido con cultivar la atención”. La única manera de liberarnos de las etiquetas a las que nos hemos aferrado es cuestionando la manera automática y distorsionada en la que hemos aprendido a vernos, flexibilizando y ampliando así nuestra manera de estar en el mundo.
“Si me clasificas, me niegas.”
SÖREN KIERKEGAARD
Lo cierto es que no somos lo que pensamos que somos. No somos la manera en la que hemos aprendido a vernos. No somos lo que nuestra mente nos dice que somos. La manera en la que nos vemos está generalmente distorsionada por los mensajes que hemos recibido acerca de nosotros mismos, así como por las conclusiones que hemos ido sacando acerca de nosotros, muy posiblemente de manera torpe y desafortunada.
Por un lado, están los “yo soy” que nos han inculcado. Estas etiquetas provienen fundamentalmente de la manera en la que nos han hablado o tratado a lo largo de la vida. Por ejemplo, puede ser que alguien nos tratara como si fuéramos poco valiosos, y nos identificáramos con la peligrosa creencia “yo no soy valioso”, comportándonos y sintiéndonos como si fuera cierta. O pudiera ser que, ante una sola mirada de desaprobación, comenzáramos a pensar que no merecemos amor, sembrando sufrimiento en nuestro interior.
Por otro lado, están los “yo soy” que nos hemos auto-impuesto para no asumir la responsabilidad de nuestras carencias o limitaciones. Esto sucede, por ejemplo, cuando nos decimos a nosotros mismos “yo no soy empático” cuando en realidad queremos decir “podría empatizar más con los demás, pero hasta ahora no lo he hecho”. Ciertamente, con la primera afirmación negamos un posible cambio y crecimiento, mientras con la segunda le abrimos la puerta.
De este modo, “yo no soy empático”, “yo no merezco amor” o “yo no soy valioso” son solo pensamientos. Palabras flotando en el cielo de nuestra mente. Es por ello que cada vez más seres humanos se cuestionan las creencias que tienen acera de sí mismos para “limpiar” la manera en la que se miran, estableciendo un auto-concepto más realista, acertado y saludable.
“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.”
JIDDU KRISHNAMURTI
Lo más sorprendente de todo este asunto es que los “yo soy” se anudan tanto a nuestro ser porque con ellos obtenemos ciertos beneficios. Por ejemplo, al asumir que “somos tímidos” obtenemos cierta seguridad, porque dejamos de arriesgarnos a conocer gente nueva, lo cual nos parecería peligroso y amenazante. Sin embargo, cabe preguntarnos qué resultados nos da a largo plazo comprometernos con la timidez. Honestamente, ¿nos ayuda o nos limita?
En caso de que nos limite, siempre será saludable pasar de “yo tímido y siempre lo seré” a “hasta ahora me he comprometido con la timidez, y lo he hecho porque con ella ganaba seguridad, pero esa seguridad se ha traducido finalmente en sufrimiento”. De esta manera, cada vez que nos digamos “yo soy así y no puedo evitarlo”, podemos decirnos “hasta ahora había escogido ser así”. Este proceso de transformación personal pasa por la responsabilidad de nuestra manera de ser, desprendiéndonos de las etiquetas con las que nos hemos estado auto-limitando.
No es que “seamos así” y no podamos evitarlo. Es que hasta ahora hemos sido lo que creíamos ser. Sin embargo, no estamos destinados a comportarnos siempre tal y como lo habíamos hecho hasta ahora. Tenemos la oportunidad de cultivar en nosotros mismos aquellas cualidades que deseamos, así como dejar de alimentar aquellas que no nos benefician a largo plazo. Para ello solo tenemos que cuestionar las etiquetas con las que nos estábamos encasillando en una forma de ser que limitaba nuestro desarrollo y nuestra felicidad. Ciertamente, no somos un producto acabado, sino un ser vivo y lleno de potencialidades por explorar.