No es lo mismo sentir emociones desagradables que sufrir. Podemos sentir miedo, ira y tristeza sin perturbarnos por ello. El sufrimiento llega cuando luchamos contra esas emociones. Cuando las rechazamos, cuando nos resistimos a ellas o cuando las reprimimos, negándonos a sentir lo que estamos sintiendo.
¿Puedes experimentar tus emociones con aceptación, sin resistirte a sentir lo que estas sintiendo en este momento? ¿Puedes abrirte a tus sensaciones internas? ¿Puedes observar lo que sucede en tu interior con distancia y sin juicios? ¿Puedes acoger todo lo que suceda de tu piel para dentro? Lo que haces con ello es generar coherencia y paz en tu interior. No hay lucha en tu interior porque no pretendes sentir algo diferente a lo que estás sintiendo. Estás proporcionándote la serenidad que tanto has buscado fuera. Estás mirando a los abismos de tu interior y comprendiendo que no son abismos, sino un espacio que necesita que lo mires y lo atiendas.
La denominada «inteligencia emocional», cada vez más estudiada, pasa por saber dejar ir nuestras emociones, observándolas con perspectiva y, sobre todo, sin juicios. Con total aceptación. Son muchas las culturas que han incidido sobre ello: nosotros no somos la emoción. Más bien somos el ser que la experimenta. Tomar consciencia de ello nos ayuda a relacionarnos con nuestras emociones de manera mucho más sabia, natural y fluida.
“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”.
SHAKYAMUNI BUDA
Las emociones, aunque puedan ser dolorosas, son pasajeras por naturaleza. Vienen y, de igual manera, se van. Lo que ocurre es que los seres humanos las alimentamos al luchar contra ellas, al reprimirlas o al negarlas -pasando del dolor al sufrimiento-. Sentir ira, tristeza o miedo puede ser doloroso, pero si las contemplas con distancia y aceptación, no habrá sufrimiento. Sencillamente habrá una sensación algo desagradable en tu interior que no tardará en desvanecerse.
También perpetuamos nuestras emociones través de nuestro diálogo interior. Nuestros pensamientos son una fábrica de emociones. Si quieres saber por qué generas tanta ira, tristeza o miedo, presta atención a tu narrativa interna. Seguro que encontrarás un discurso acorde con esas emociones -“los demás son mediocres”, “nunca seré feliz”, “todo en la vida son problemas”-. Al prestar atención a este discurso interno, podemos ir modificándolo por uno más realista, objetivo y saludable. También podemos aprender a observar nuestros pensamientos sin anclarnos a ellos, dejando de alimentarlos.
“Usa el dolor como una piedra en tu camino, no como una zona para acampar”
ALAN COHEN
¿Qué es manejar una emoción? Impedir que ella te maneje a ti. Gestionar una emoción no quiere decir reprimirla o eliminarla. Quiere decir impedir que nos domine. Es paradójico, pero para manejar una emoción hemos de dejarle un espacio dentro de nosotros. Si doy espacio al miedo, soy yo quien lo siente y lo gestiona, y no él quien me maneja a mí.
Es cuando pretendo dejar de sentirlo cuando me controla, porque hago o dejo de hacer cosas para no sentir ese miedo. Dejo de hablar en público, dejo de ir a reuniones sociales, no me atrevo a hacer cambios, etc. Y ahí es cuando el miedo me está manejando a mí. Y el miedo es buen consejero -pues nos alerta de posibles amenazas-, pero es mal líder -pues dejarlo dirigir nuestra vida nos lleva al bloqueo y a la contracción-. Al abrirme a sentir ese miedo, darle un espacio y aceptarlo, puedo hacer lo que me da miedo a pesar del miedo.
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Y lo mismo ocurre con el resto de emociones. Para tomar las riendas de nuestra existencia hemos de abrirnos a sentirlas, entendiendo que, aunque nos incitan a actuar de cierta manera, no nos obligan a ello. Y cuanto más las aceptemos y las acojamos, menor será la reactividad e inconsciencia con la que actuaremos. Observa tus emociones con distancia y dejarán de dominarte.
“Los sentimientos van y vienen como las nubes en un cielo ventoso. La respiración consciente es mi ancla”.
THICH NHAT HANH
Para sintetizar todo esto, te propongo un experimento. Quiero que observes cómo te sientes en este instante. Y quiero que pienses en cómo te gustaría sentirte. ¿Cómo se diferencia tu estado actual de tu estado ideal? ¿Qué sensaciones desagradables hay en tu interior que te gustaría no sentir? ¿Qué emociones agradables que no estés sintiendo te gustaría experimentar? Observa esa diferencia. Sé consciente de que no te sientes tan bien como te gustaría. Sí, ya sé que te estás agobiando. ¿Por qué? Porque estás aferrándote a la idea de “cómo deberías sentirte”, considerando que “deberías experimentar más paz” y rechazando con ello lo que sientes en este instante.
Así vivimos los seres humanos, en guerra con nuestras emociones. Y por supuesto, lo único que logramos con ello es aumentar nuestro grado de malestar e insatisfacción. Ahora, observa lo que sientes sin catalogarlo, valorarlo o juzgarlo. Sin luchar contra ello. Sin rechazar ninguna sensación. Respira y abraza tus sensaciones internas. Acepta que ahora estás sintiendo lo que estás sintiendo. No pretendas cambiarlo. Si vives tus emociones desde esta perspectiva, verificarás dos cosas. Primero, que al mirar tu interior con aceptación, tu sufrimiento se va deshaciendo, pues reduces tu lucha interna. Y segundo, que toda emoción es transitoria. Viene y, si no la alimentas, se va. Todo lo que sientes es transitorio. ¡Respira!