La transformación interior

Los seres humanos invertimos todo nuestro tiempo en intentar cambiar aquellas cosas ajenas a nosotros mismos que erróneamente identificamos como la causa de nuestro sufrimiento. No nos damos cuenta de que la verdadera causa de nuestro sufrimiento se encuentra en nuestro interior, precisamente en nuestra incapacidad para estar en paz con lo que sucede tal y como sucede.


Movidos por nuestra ignorancia emocional, pasamos nuestra vida persiguiendo aquellas cosas que creemos que nos harán sentir bien. Creemos que necesitamos ciertos objetos, personas o situaciones para ser felices. Esperamos encontrar nuestro bienestar interno en el mundo externo, aferrándonos a la creencia de que para hallar paz interior las cosas deben ser de una determinada manera por fuera.

Si lo de fuera está bien, nosotros estamos bien. Si lo de fuera está mal, nosotros estamos mal. Es así como acabamos dependiendo de que las circunstancias que nos rodean nos sean favorables para sentirnos satisfechos. Y por el mismo mecanismo, terminamos responsabilizando a otros seres humanos de nuestra felicidad, exigiéndoles que se adapten a nuestras limitaciones, carencias y necesidades.

 

“El cambio que necesitamos no está fuera, sino dentro de nosotros mismos.”

MARIO GARCÍA

 

No es de extrañar que los seres humanos mantengamos esta nociva actitud frente a la vida, pues todos hemos sido envenenados con la silenciosa toxicidad del apego. Hemos aprendido a construir un mundo interno dependiente del mundo externo, por lo que solo encontramos paz cuando ésta se nos proporciona desde fuera. Así, estar apegados a algo o a alguien quiere decir que nuestro bienestar depende de ese algo o de ese alguien. El apego se sustenta sobre la errónea y limitante creencia de que nuestra felicidad es consecuencia de algo externo, ya sea una persona, una posesión o una situación.

De esta manera, sabemos que estamos apegados a algo cuando ese algo tiene el poder de alterar nuestro estado interior. Y, por consiguiente, sabemos que nos hemos desapegado cuando retomamos el control de nuestro bienestar emocional, dejando de perturbarnos cuando aquello a lo que estábamos apegados no se adapta a nuestros deseos y preferencias. Eso sí, desapegarnos no quiere decir ser fríos, solitarios o indiferentes. Desapegarnos quiere decir construir un bienestar emocional que podamos regular, nutrir y cultivar por nosotros mismos, liberando a las personas y a las circunstancias que nos rodean de la pesada carga de ser las responsables de nuestra felicidad. Es más, solo desde esa posición podemos disfrutar verdaderamente de lo que nos rodea, dar lo mejor de nosotros mismos y poner nuestro crecimiento personal al servicio del bien común.

Trascender el apego no nos lleva a alejarnos de los demás, sino a relacionarnos con ella de manera más saludable. Tampoco nos lleva a aislarnos del mundo, sino a vivir en él con mayor paz y libertad. Hasta que no nos liberemos de las cadenas del apego, la dependencia y la mendicidad emocional, seguiremos siendo esclavos de nuestras circunstancias y seguiremos culpando de nuestro sufrimiento a las personas que nos rodean, así como a la vida en general.

 

“Ninguna persona ni circunstancia, más que nosotros mismos, es la causa de nuestra felicidad, y tampoco lo es de nuestro sufrimiento.”

DICHO POPULAR

 

Los seres humanos nos obcecamos en cambiar lo de fuera y abandonamos a su suerte nuestro propio interior. Y dado que marginamos nuestro universo emocional, cada vez albergamos más sufrimiento por dentro. En paralelo, como seguimos buscando nuestro bienestar interno en lo que hay fuera de nosotros, cada vez nos esforzamos más en cambiar las situaciones que no se amoldan a nuestra incapacidad para ser felices por nosotros mismos. En lugar de ocuparnos de ser el cambio que queremos ver en nuestras vidas, pretendemos que los demás sean como a nosotros nos gustaría y buscamos el consuelo a través de nuevas posesiones y distracciones. Esta espiral de empobrecimiento interior y de búsqueda externa de la satisfacción se retroalimenta a sí misma: cuanto peor nos encontramos, más nos centramos en lo de fuera, y cuanto más nos centramos en lo de fuera, peor nos encontramos. Es por ello que cada vez nos sentimos más vacíos por dentro e incomprendidos por fuera.

Lo cierto es que este proceso de abandono interior suele comenzar en las etapas más tempranas de la vida. Con frecuencia somos condicionados para depositar toda nuestra atención en lo que tenemos frente a nosotros, a costa de dar la espalda a lo que llevamos por dentro. Si queremos ser amados y aceptados por los demás, hemos de cumplir ciertas reglas: aprobar los exámenes, permanecer una hora sentados frente a libros que no hemos escogido, no mostrar nuestras emociones, obedecer las órdenes, seguir el camino que se nos impone, etc.

Nuestro punto de vista se convierte entonces en algo a ser sacrificado para mantener viva la llama de la aprobación y el afecto de los demás. Es por ello que conforme vamos creciendo, va creciendo junto a nosotros nuestra incapacidad para saber quiénes somos, cuál es nuestro propio criterio, cuáles son nuestras virtudes e intereses y cuál es nuestro verdadero sendero en la vida y nuestro auténtico lugar en el mundo. Se nos alienta a comprender cómo funciona el mundo, pero no se nos deja comprender cómo funcionamos nosotros. Se nos enseña a mirar donde se nos dice que debemos mirar y no se nos deja atender lo que hay en nuestro interior.

 

“No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos acerca de esas cosas.”

EPICTETO

 

De cara a iniciar nuestra revolución interior, hemos de aceptar que no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nosotros hacemos a nivel psicológico con lo que nos sucede. Por ejemplo, no nos duele que otros nos insulten, nos duele el poder que damos a los insultos del otro. Realmente, no necesitamos que todos nos traten como nosotros consideramos que deberían tratarnos, sino construir una verdadera autoestima, basada en lo que somos y no en lo que otros puedan opinar acerca de nosotros.

De la misma manera, no nos afecta no tener pareja, sino lo que nosotros hacemos con el hecho de no tener pareja. En realidad, no necesitamos que otro ser humano ponga tiritas sobre nuestras heridas emocionales, sino sanarlas por nosotros mismos para no necesitar tiritas y poder disfrutar de los demás desde la preferencia, y no desde la necesidad. Así mismo, lo que nos duele no es que los demás no nos acepten, sino seguir alimentando la necesidad de ser aceptados. Y no nos molesta que los demás no se comporten como “deberían comportarse”, sino tener una opinión rígida acerca de cómo deberían comportarse. De la misma forma, no nos irritan los atascos, sino vivir esperando que el tráfico se adapte a nuestros deseos.

De este modo, el proceso de transformación interior pasa por asumir la plena responsabilidad de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Al alcanzar este grado de madurez y consciencia, vamos dejando de ser una consecuencia de lo que nos sucede, y vamos cultivando cada vez mejores resultados por dentro, que a su vez se traducen en mejores resultados por fuera. Solo asumiendo que nada ni nadie más que nosotros puede salvarnos de nuestro propio sufrimiento, estamos en disposición de hacer el único cambio que verdaderamente necesitamos: tomar las riendas de nuestro interior.

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